En el siglo IV a. C., los romanos, practicaban un rito anual de iniciación en honor del dios Lupercus. Se metían los nombres de los muchachas adolescentes en un saco y los jóvenes varones extraían al azar. De este modo a cada uno se le asignaba una compañera para su mutua diversión y placer, muchas veces sexual, durante todo un año, finalizado éste, se organizaba un nuevo sorteo. Dispuestos a poner fin a esta práctica que contaba ochocientos años de antiguedad, los primeros Padres de la Iglesia buscaron un santo patrono de los "enamorados" para reemplazar a Lupercus, y hallaron un buen candidato en Valentín, un obispo que había sido martirizado unos doscientos años antes.
En Roma en el año 170, Valentín había enfurecido al emperador Claudio II, autor de un edicto que prohibía el matrimonio. El emperador era de la opinión que los hombres casados eran malos soldados, puesto que les costaba demasiado abandonar a sus familias para ir a guerrear. El imperio necesitaba soldados, y por tanto Claudio, que jamás temió la impopularidad, abolió el matrimonio.
Valentín, obispo de Interamna, invitó a los enamorados jóvenes a acudir a él en secreto, para unirlos en el sacramento del matrimonio. Claudio tuvo noticias de ese amigo de los enamorados y ordenó al obispo que se presentara ante él. Claudio impresionado por la dignidad y las convicciones del joven obispo, trató de convertirle a la religión del estado romano, para salvarle de una ejecución, que de otro modo tenía asegurada. Valentín se negó a renunciar de sus creencias, e imprudentemente trato de convertir a Claudio. El 14 de febrero del 270 Valentín fue apaleado, lapidado y decapitado.
Cuenta también la historia que mientras Valentín se encontraba en las mazmorras, esperando el martirio, se enamoró de la hija ciega de su carcelero Asterius, y que gracias a su fe inquebrantable le devolvió milagrosamente la vista. Después firmó un mensaje de despedida para ella, que firmaba con las palabras "de tu Valentín".
Desde el punto de vista de la Iglesia, Valentín parecía el candidato ideal para usurpar la popularidad a Lupercus, y por tanto en el 496, el severo papa Gelassio prohibió las lupercales, pero tuvo la astucia de conservar la lotería, ya que conocía la afición de los romanos a los juegos de azar. Ahora en las bolsas, que antes contenían los nombres de las mujeres solteras y disponibles, se introdujeron los nombres de santos. Tanto hombres como mujeres, sacaban los papeles, y se esperaba de ellos que durante el año emularan la vida del santo cuyo nombre habían extraído. Se trataba de un juego diferente, con distintos incentivos y esperar una mujer y sacar un santo debió de decepcionar a muchos jóvenes romanos. El supervisor espiritual y santo patrono era Valentín. De mala gana y con el transcurso del tiempo, cada vez más los romanos olvidaron la festividad pagana y la sustituyeron por el día festivo de la iglesia.
Ahora entramos en otra historia, el lugar de los restos mortales del santo. Parece ser que ha habido varios santos que se pueden confundir, un médico que se hizo cura y fue martirizado y es muy venerado en Francia, el obispo de Interamna cuyo osario está en la basílica de san Valentín en Terni, otro mártir de la provincia romana de África. Sea como sea, en España no íbamos a ser menos y conservamos varias reliquias en Calatayud, en Toro y en la iglesia de San Antón en Madrid. El caso es que el santo debía de tener muchas cabezas pues encontramos diferentes relicarios con cráneos del obispo.
La Colegiata de Toro alberga
desde el siglo XVI el tercero de los cráneos que se asegura que son de
San Valentín, enmarcado en una caja ovalada de plata. Se cuenta que la
reliquia llegó por medio de Diego Enríquez, capellán del emperador
Carlos I, a quien el nuncio de Pablo III, Iohannes Poggius, concedió el
26 de abril de 1545 licencia para su colocación en la Colegiata de Toro.
El canónigo de la Colegiata Valentín Tejederas consiguió que el Papa
Inocencio XI concediera indulgencia plenaria cada siete años a todos los
fieles que visitaran la capilla del santo y veneraran su reliquia.
Otros restos óseos de San Valentín fueron conducidos por los caballeros del Santo Sepulcro desde Roma a Calatayud, donde se encontraba la casa matriz de la Orden en la Península. Hoy parte se conservan en la Colegiata del Santo Sepulcro y una fue llevada a Tobed,
una pequeña localidad de la comarca bilbilitana que dependía de la
Orden. Sus habitantes presumen de tener las fiestas más «cariñosas»,
tres días de diversión en honor a su patrón.Los restos que se conservan en la iglesia de San Antón los encontró el padre Martínez Villar, el párroco, en los sótanos de la iglesia. Los restos de San Valentín llegaron a la iglesia procedentes de las catacumbas de Roma a través del Vaticano en el siglo XVIII, permaneciendo olvidados hasta su descubrimiento por el párroco. Para este cura, que nunca ha querido hacer
publicidad de su descubrimiento, uno de los mejores momentos del día es cuando se acerca al cepillo para rescatar los papeles en los que se expresan las peticiones y los deseos de cientos de personas que, a diario, acuden en busca del favor de San Valentín. También y, especialmente, las cartas que envían los hijos de padres divorciados que recurren al Santo para pedirle que sus padres vuelvan a estar juntos.
"Sobran huesos de San Valentín", según afirma la periodista Nieves Concostrina en su libro «Polvo eres», tras el recuento de sus reliquias por todo el mundo, pero ni siquiera la existencia del santo está del todo clara.
Otro capítulo sobre la historia es el más material, la compra del regalo. Y San Valentín llegó a España de las manos de Galerias Preciados. José Fernández, Pepín, trajo la idea anglosajona de regalar flores y regalos dulces a las personas amadas.
Para terminar esta entrada no podremos dejar de mencionar la película "El día de los enamorados". Fernándo Palacios, en 1959, dirigía a Tony Leblanc, Concha Velasco y Jorge Rigaud, entre otros muchos. La canción de esta película es todo un clásico (A. Alguero Dasca, S. Guardia Moreu).
No podríamos terminar esta entrada sin recordar una de las canciones más populares de nuestra tuna, "El día de los enamorados".
Muy oportuna y curiosa tu entrada, Paco. No conocía la historia, muy interesante, y mucho menos la iniciativa y el anuncio de Galerías Preciados. Fantástico.
ResponderEliminarMercedes
Gracias, Mercedes, por tu comentario. Pepín era un fiera y no podía dejar pasar esta fecha sin vender nada. Tenía que animar a lña gente a comprar, sobre todo, después de una cuesta de enero tan pronunciada.
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