Realizo esta entrada con motivo del 76 fallecimiento de Antonio Machado, 22/02/39.
Antonio, tras un periplo por la geografía de España, Soria, Baeza y Segovia llega a Madrid hacia 1931 en el que consigue cátedra en Madrid. En 1932 se instala en Madrid, vive con su familia y en secreto con su amada Guiomar.
Mediante la orden del gobierno del 19 de marzo del 1932 se autoriza a Machado a residir en Madrid para la organización del Teatro Popular, dependiente del Patronato de las Misiones Pedagógicas.
En 1935 ocupa su plaza el el Instituto Calderón de la Barca y poco después pasa al Cervantes.
En noviembre de 1936 abandona Madrid camino de Valencia y se instala en Rocafort hasta 1938 que es evacuado a Barcelona. El 22 de enero del 1939, ante la inminente ocupación de Barcelona, se traslada a Francia a la pequeña localidad de Colliure.
A las tres y media del 22 de febrero del 1939, Miércoles de Ceniza, fallece Antonio. Su madre no se había percatado del suceso hasta que no vio vacía la cama del escritor. Del dolor por la muerte de su hijo, la madre fallece dos días después.
La historia continúa y el 5 de mayo de 1941, fue expulsado, post morten, del Cuerpo de Catedráticos de Instituto. En 1981, mediante la misma forma, fue rehabilitado como catedrático del Instituto Cervantes de Madrid, mediante orden ministerial de un gobierno democrático.
Si quieres ver el documental emitido por la TV2, con motivo del 75 aniversario de su muerte, lo puedes hacer desde aquí abajo.
Desde la numerosa obre del autor destaco, quizá por ese viajar, la composición de "Yo voy soñando caminos".
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero...
—La tarde cayendo está—.
En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero...
—La tarde cayendo está—.
En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.
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