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jueves, 26 de febrero de 2015

El Barón de Budberg


El embajador de Rusia llevando las credenciales, el 1/10/1909
 Hoy me ha llegado un comunicado de David Butler, un gran conocedor e historiador con todo lo relacionado con el "Cementerio Británico de Madrid", en el que me comenta que el 10 de marzo a las 13:15, se realizara en dicho sitio un homenaje al Barón Budlberg, enterrado en este cementerio, con motivo del 99 aniversario de su muerte. Por este motivo la Iglesia Rusa en Madrid ha realizado una restauración de la sepultura.
Las relaciones hispano-rusas se remontan al siglo XVII, el periodo más álgido es cuando el Zar Pedro El Grande intenta modernizar Rusia. Estamos en la época del Despotismo Ilustrado. Pedro, envió a varios hijos de nobles rusos a estudiar a Cádiz, en la Real Compañía de Guardias marinas. Entre las modernidades que pretendía el Zar era hacer de Rusia una potencia marítima. Estas relaciones eran patentes con la imposición de medallas rusas a españoles. pasan los años y las relaciones hispano-rusas aumentan en 1812, como consecuencia de un enemigo común, Napoleón.Estas relaciones se mantienen hasta la revolución comunista del 1917. Durante el periodo republicano español, del 33 al 39, las relaciones vuelven a la normalidad, quedando establecidas a partir de 1977.
Pero volvamos al inicio de esta entrada, el embajador, fallecía el martes 7 de marzo de 1916, la causa fue una pulmonía. ¡Quién lo diría! un ruso acostumbrado al frío, pero tal vez el origen de la enfermedad tuviera que ver con el refrán madrileño, "el aire de Madrid, que mata a un hombre y no apaga un candil". Sea como sea, Budberg, falleció al poco tiempo. Fue nombrado embajador extraordinario y plenipotenciario, en  1909, de Su Majestad Imperial el Zar Nicolás II, Emperador y Autócrata de todas las Rusias, excelentísimo señor Fyodor Andréyevich Budberg (o Fedor Pavel Andrei Andreyevich von Budberg, llamado en España Barón Teodoro de Budberg). Descendiente de la ilustre y antigua familia de los Budberg de Boeninghausen (Westfalia), radicados en la Curlandia rusa desde la Edad Media, el diplomático, nacido en 1851, había sido antes consejero imperial y embajador en Estocolmo. Era soltero y no tenía parientes cercanos en España.
Es lo que llamará nuestro conocedor del Cementerio Británico, David Butler, una "tumba huérfana".
Al anunciarse el fallecimiento, acudieron a la Embajada Rusa, las autoridades siguientes, un representante del rey de España Alfonso XIII, el presidente del Consejo de Ministros Conde de Romanones, el Cuerpo Diplomático acreditado en Madrid. El ministro de la Guerra, envió a la Embajada de Rusia, un destacamento del Regimiento de Lanceros de Farnesio, ya que el Zar era coronel honorífico desde 1908. Los soldados velaron el cadáver e hicieron guardia de honor en la embajada.
El protocolo de la corte española de la época establecía que cuando fallecía un embajador residente el entierro y funerales tuviesen carácter de duelo oficial. Tan importante fue el óbito que la Gaceta de Madrid, publicó el 9 de marzo, un Real Decreto disponiendo que al difunto se le rindiesen honores fúnebres de Capitán General del Ejercito, que muere en plaza con mando de Jefe.
El periódico ABC del 11 de marzo de 1916, se hacía eco de la noticia.

Por la tarde lluviosa del viernes 10 de marzo, los restos del embajador fueron llevados a enterrar acompañados de una comitiva militar formada por un piquete de la Guardia Civil, cuatro piezas de artillería del Quinto Regimiento Montado de Artillería, un batallón del Regimiento Inmemorial del Rey y el féretro sobre un armón de artillería custodiado por un zaguanete de Reales Guardias Alabarderos, una sección del Escuadrón de la Escolta Real, seguida del Capitán General de Madrid y cerrando la comitiva una sección de Lanceros de Farnesio. Todas las tropas con uniforme de lujo, la gala la presidió, en representación del Rey de España, S.A.R. el Infante D. Carlos de Borbón, le acompañaban el encargado de negocios ruso, el primer secretario señor Georges Solovieff y el cónsul general ruso en Barcelona príncipe Gagarin, a quienes seguían el presidente del Consejo de Ministros y los ministros de Guerra y de Hacienda, los jefes superiores de Palacio, y los embajadores de Francia, Inglaterra y Estados Unidos, con otros muchos representantes diplomáticos, la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Madrid, la colonia rusa y varias comisiones del Ejército, Armada, Tribunal de las Órdenes, las cuatro Órdenes Militares, Tribunal de Cuentas, Consejo Supremo de Guerra y Marina, Tribunal Supremo, Consejo de Estado, Ministerio de Estado, Senado y Congreso, etc.
 La comitiva fue desde la sede de la Embajada Rusa, paseo de la Castellana 34, actual edificio del ABC, hasta la intersección con Claudio Moyano.  El duelo se despidió en las puertas del Real Jardín Botánico, tras los disparos de salvas y el desfile de tropas.
El féretro sobre el armón y la escolta militar continuaron hasta el Cementerio Británico, donde se dio cristiana sepultura a los restos del infortunado embajador Barón de Budberg.
El Zar agradeció las muestras de respeto y la cortesía de España hacia el embajador de su Imperio y concedió varias condecoraciones imperiales a miembros de la sociedad española.

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