En Arganzuela, en el barrio de la Chopera, junto a la iglesia de la Beata Mariana de Jesús, encontramos esta plaza.
Recuerdo mis años escolares, en los que un día a la semana bajábamos desde Lavapies hasta esta plaza con el objetivo de dar las clases de gimnasia. Nuestro colegio no tenía gimnasio, estaba en un piso en la calle del Oso. durante un tiempo las clases las dábamos en la calle de los Estudios. Pero allá por los años sesenta, el colegio amplió y se hizo con unos locales en la vecina plaza de José de Villarreal. Allí estaba el colegio de nuestras compañeras, las chicas. El centro educativo tenía un nombre rimbombante para la época, "Liceo Femenino". En los sótanos del edificio teníamos el gimnasio. Los días de gimnasia, salíamos de nuestro colegio de la calle del Oso y bajábamos por la calle Embajadores y en un pispás llegábamos a la plaza de Rutilio Gacis. En aquellos días la plaza era un barrizal. Tenía una fuente con un pilón circular en el centro. No había zonas ajardinadas. A la salida de nuestra actividad ocupábamos la plaza y jugábamos al fútbol contra nuestros compañeros del colegio de la calle de Alicante. Colocábamos las carteras a los dos extremos opuestos de la plaza, a modo de portería y comenzaba el partido, con pilón en el centro. A los chicos de Lavapies nos parecía una aventura el bajar a este barrio tan nuevo, y con tantos espacios abiertos para jugar. En las aceras siempre había algún operario trabajando. El colchonero, extendía una tela y sobre ella la lana y procedía a barearla, con esos mimbres más que retorcidos doblados, para mullirla y hacer el colchón. El latonero, soldando y arreglando los paraguas, los pucheros, las cacerolas y echando las lañas a los barreños de barro. Entre unos y otros algún puestecillo de verduras, de encurtidos y las mujeres con sus mandiles blancos vendiendo nata, requesón y calostros. Estas actividades comerciales se realizaban cerca de los soportales, justo al lado de la imprenta de nuestro amigo Eusebio. Cuando nos acercábamos a su papelería a comprar un lapicero o una goma de borrar o un pliego de papel, siempre nos recibía con una cara amable y una sonrisa, su bata gris y con alguna mancha de tinta hacían de él todo un personaje. Nunca sabíamos cuando estaba, pero él siempre nos veía, asomaba por detrás del mostrador entre los apilados paquetes de papel que en perfecto desorden y equilibrio reposaban sobre él. Todo esto nos resultaba muy curioso para los alumnos del centro de Madrid.
Busto del artista. |
Con el paso de los años nada que ver esta popular y bulliciosa plaza llena de chiquillos con lo que es ahora. Como tantos barrios, los vecinos se quejan de la ocupación de la plaza por gente ociosa que se dedica a fines ilícitos y reclaman una intervención que minimice los problemas de convivencia que afectan actualmente a la plaza y que les permita disfrutar de este parque de proximidad. Se quiere que la plaza sea un lugar de encuentro más amable y diverso, tal come era en mis años escolares.
El nombre de la plaza hace mención al coetáneo de la Beata Mariana, ¿quiza se conocieron? Rutilio Gaci, si sin la ese final. De mayor, y cuando vi escrito este nombre, pensé lo contrario que le faltaba la ese final. No me podía imaginar que la placa del nombre de la plaza tuviera errores.
la de la Descalzas y la de Sol que estaba frente a la iglesia del Buen Suceso y que conocemos por la plaza de cerámica del rótulo de la Puerta del Sol. Las otras las podemos encontrar en el plano de Texeira, en concreto la que lleva la numeración 50. La Fuente del Humilladero de San Francisco, de Puerta de Moros o de Endimión.
La fuente hacia mediados del XIX fue trasladada a la plaza de Lavapies. como se puede apreciar en la imagen antigua. ¡Qué casualidad que viniera a nuestro barrio y los chicos de Lavapies bajásemos a la plaza que lleva su nombre.
Lamentablemente la fuente ha desaparecido pero la escultura que remataba la cúspide se encuentra con su hermana de la Abundancia en el Museo de Historia de Madrid, en la calle Fuencarral 78.
En los modelos de sus fuente, toma como muestra las florentinas, decoradas profusamente con elementos ornamentales, y rematadas con esculturas de mármol blanco, generalmente, con temas mitológicos. Casi todas las esculturas fueron compradas al comerciante florentino Ludovico Turchi. Este motivo hace que muchas de las fuentes se atribuyan también a Turchi.
Rutilio era un gran dibujante sobre todo de retratos en cera de colores. Su labor como fundidor la conocemos a las medallas de los reyes Felipe III y Margarita de Austria, Felipe IV
y su autoretrato con el de su su esposa, Beatriz de Roja y Castro.
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